miércoles, 8 de junio de 2011

Revolución en la iglesia

La siguiente anécdota transcurre durante el mes de agosto de 1961, en la misa de las fiestas del pueblo salmantino donde vivía mi abuela. Os podéis imaginar, la misa del mediodía, con un sol de justicia fuera y con altas temperaturas propias de la estación.

Mi abuela se dirigió a la iglesia como todos los domingos, con mi madre en brazos, que por aquel entonces, tenía un año y unos meses. Mi abuela le había puesto un vestidito nuevo de verano, muy, bonito aprovechando la ocasión de los festejos. Entró con ella en la iglesia dispuesta a escuchar el sermón y se sentó en uno de los bancos. Empezó la ceremonia, la iglesia estaba llena como corresponde en un día así. Pero de repente, el cura miró a mi abuela fijamente y le dijo:

-Señora, haga el favor de salir del templo. ¿Cómo se atreve a traer a la niña a la iglesia sin una chaquetita, con los hombros al aire?

-No entiendo el problema –respondió mi abuela abochornada. –Hace mucho calor y se puede poner mala o darle un desmayo.

-Señora, ¿no se da cuenta de que su hija va provocando?

-Pero si tiene tan sólo un año, ¿cómo puede provocar a nadie?

De todas formas, mi abuela tuvo que salir de la iglesia y dejó al cura con la palabra en la boca. Ahora tenemos la broma en la familia de que a mi madre cuando era pequeña le gustaba provocar. Desde luego, a veces hay que oír unas cosas…