lunes, 28 de septiembre de 2009

Cuando estuvo haciendo los servicios sociales

En tiempos de Franco, mientras los hombres estaban obligados a hacer la mili, las chicas jóvenes tenían que prestar servicios sociales. La mayoría de las veces acababan en hospitales o conventos ayudando a las monjas en el oficio de enfermeras. Pues bien, mi abuela no iba a ser diferente y tuvo que ir también a un convento como interna para prestar los servicios sociales.

No os creáis que lo tenían más fácil que los chicos en la mili, sobretodo las novatas sufrían mucho los primeros días, por las bromas que les gastaban. Aunque las novatas no eran las únicas en recibir las bromas, ya que las monjas a veces también eran víctimas de las ocurrencias de las chiquillas.

Estando mi abuela en el convento, a una de las chicas se le ocurrió salir al patio y cazar un murciélago (animales que ya hace mucho tiempo que yo no veo ni siquiera en el campo). Cuando entró les enseñó al resto su captura y sujetándole las alas le metió un cigarro en la boca. Mi abuela me decía cuando me contó la historia: "si vieras cómo chupaba el jodío el pitillo...". Pero la trastada no quedó ahí. A la cabecilla del grupo no se le ocurrió otra cosa que llevar el murciélago hasta la habitación una monja "que tenía muy mala leche" y con unas puntas lo clavaron en la puerta por las alas "como si fuera Jesucristo" y le pusieron de nuevo el pitillo en la boca. Cuando la monja fue a entrar a su habitación y alumbró con el candil la puerta pegó un grito que se escuchó en todo el edificio y la pobre calló al suelo desmayada.

Sabiendo esto, no sé quién gasta las bromas más raras, los chicos o las chicas. Vosotros diréis.

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